25 de febrer del 2010

Cartas a Ophélia

Fernando Pessoa



Antonio Seguí (Ilustraciones)

15 de octubre de 1920
Pequeño Bebé:

Tienes más de mil, tienes millones de razones para sentirte enojada, irritada y ofendida conmigo. Pero la culpa no ha sido mía, ha sido de ese Destino que acaba de condenarme el cerebro a un estado que, si no es irreversible, por lo menos exige un tratamiento adecuado, que no sé si podré conseguir. Pretendo (sin aplicar el célebre decreto del 11 de mayo) irme a un sanatorio el mes próximo a ver si allí encuentro algún tratamiento que me permita resistir la ola negra que se abate sobre mi espíritu. No sé cuál será el resultado del tratamiento, quiero decir: no imagino cuál podría ser. Nunca esperes por mí; si alguna vez me presento ante ti será por la mañana, cuando vayas a la oficina, en Poço Novo. No te preocupes. Al fin y al cabo, ¿qué ha sucedido? ¡Me han cambiado por Álvaro de Campos!
Siempre muy tuyo,

Fernando




Al cumplir 19 años, Ophélia Queiroz entró a trabajar en las oficinas Félix, Valladas & Freitas de Lisboa, donde Pessoa se ocupaba de traducir la correspondencia comercial. Corría 1920 y el poeta contaba 32 años.

Hacia 1976, la propia Ophélia evocó los inicios del romance. «Un día se fue la luz. Freitas no estaba y Osorio, el “grumete”, había salido a hacer unos recados. Fernando fue a buscar un lámpara de petróleo, la encendió y la puso encima de mi mesa. Poco antes de la hora de partida, me alcanzó una notita que decía “Le pido que se quede”. Yo permanecí expectante. Por entonces ya había notado el interés de Fernando hacia mí; y yo, lo confieso, también le encontraba cierta gracia… Recuerdo que estaba de pie, a punto de ponerme el abrigo, cuando él entró en mi despacho. Se sentó en mi silla, dejó sobre la mesa la lámpara que traía y comenzó de pronto a declararse como Hamlet a Ofelia: “¡Oh, querida Ofelia!, mido mal mis versos, carezco de arte para medir mis suspiros, pero te amo en extremo. ¡Oh, hasta el último extremo, créeme!». Quedé muy conmovida, como es natural, y sin saber qué decir ni hacer, acabé por ponerme el abrigo y despedirme apresuradamente. Fernando se levantó con la lámpara en la mano para acompañarme hasta la puerta. Pero, de repente, apoyó la lámpara sobre la divisoria de la pared, me tomó sorpresivamente por la cintura, me abrazó y, sin decir una palabra, me besó, me besó apasionadamente, como un loco. […] Días más tarde, como Fernando parecía ignorar lo que había sucedido entre nosotros, resolví escribirle una carta pidiéndole una explicación; lo que dio origen a su primera carta-respuesta, con fecha 1.° de marzo de 1920.»

Cuarenta y ocho cartas y dieciséis poemas dan testimonio del secreto romance entre el poeta portugués y la joven Ophélia Queiroz. Una correspondencia forjada en los años decisivos de la producción literaria de Fernando Pessoa. El prólogo de Antonio Tabucchi reflexiona sobre este epistolario al que el gran artista plástico Antonio Seguí ha dedicado una treintena de exquisitas acuarelas.


Traducción: Alejandro García Schnetzer

14 x 22 cm; 174 pp; Cartoné encuadernado en tela
ISBN: 978-84-92412-47-1



Ver bio del autor
Ver bio del ilustrador

Fernando Pessoa

Lisboa, 1888 – 1935



Huérfano de padre a los cinco años, pasó su infancia y parte de su juventud en Durbán, África del Sur. El idioma inglés, las obras de Milton, Byron, Keats y Shakespeare entre otros, fueron el legado de su educación británica. Volvió definitivamente a Lisboa en 1905 y trabajó como corresponsal extranjero en casas comerciales, oficio que mitigó con la composición de una vasta literatura; de ésta destaca su producción poética, atribuida a una pléyade de heterónimos como Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares o Ricardo Reis. Fue uno de los primeros difusores de las vanguardias en Portugal, colaborando en las revistas Orpheu, Athena, Ruy Vaz y Presença. A excepción de Sonnets (1918), English poems (1921) y Mensagem (1934), la mayor parte de su obra permaneció inédita, guardada en un baúl que atesoraba multitud de originales. Fernando Pessoa murió a los cuarenta y siete años en el Hospital São Luís dos Franceses, donde había sido internado por las secuelas del alcoholismo.

17 de febrer del 2010

El perseguidor

Cortázar, Muñoz, Parker...

El perseguidor

en la correspondencia de Cortázar



Estoy encarnizado con un cuento que no acabo de escribir y que me está dando un trabajo terrible. Su tema es aparentemente muy sencillo: la vida —y sobre todo la muerte— de un músico de jazz. Concretamente se trata de Charlie Parker, que murió hace unos meses en circunstancias bastante horribles. Siempre le tuve mucho cariño, y los datos que pude reunir sobre su vida me dieron ganas de intentar una biografía «ficticia» (cambiando incluso el nombre, pero dejando los indicios suficientes para que todo amateur de jazz se dé enseguida cuenta de que se trata de Parker). Quiero presentarlo como un caso extremo de búsqueda, sin que se sepa exactamente en qué consiste esa búsqueda, pues el primero en no saberlo es él mismo. Ni qué decir que en cierto modo estoy haciendo una transferencia personal, y que mucho de lo que me preocupa irá a la cuenta del personaje. No sé cómo terminará esto; hasta ahora hay unas treinta páginas escritas, y hará falta otro tanto.

Carta a Jean Barnabé incluída en Cartas 1937-1983,
Alfaguara, 2002.

© Fotografía: Alberto Jonquières